martes, 14 de marzo de 2017

Espejos femeninos en el cine argentino, la venganza de María Luisa Bemberg.


María Luisa Bemberg (Buenos Aires, 1922-1995) se dedicó, en nuestro cine nacional, a la mujer desde la mujer e hizo uso del séptimo arte tal y como había planteado Bertold Brecht décadas antes en el ambiente teatral: para que el “despertar” se genere el espectador no debe dejar de divertirse. Por “diversión” se entiende “disfrute”, el fluir de y con la narración. Y, probablemente, sea esto lo que se le ha criticado a la directora, ya que sus films parecen simples (casi banales) historias, “cuentitos de hadas” o melodramas. Sin embargo, cabe preguntarse si el público argentino de las décadas del ‘70 y ‘80, principalmente, hubiese asistido a proyecciones de películas de avanzada, “difíciles” que reflexionaran sobre la situación de la mujer. La historia de las rupturas nos da una respuesta y es no. Entonces, este disfrute (que no es necesariamente risas) es el anzuelo que hizo que las películas de Bemberg llegaran a muchos y es lo que hace que creadores como ella se destaquen con el paso del tiempo y, por qué no, sigan creciendo ya que supieron usar el arte como una herramienta sin abandonar lo artístico.

En los dos cortometrajes con los que inicia su carrera como directora hay mujeres. Es en el segundo, “Juguetes” (1978), donde se nos presenta a las ¿futuras? víctimas, las niñas. ¿Y qué agregar sobre el primero titulado “El mundo de la mujer” (1972)? El título (y el contenido) de éste funciona como faro en su filmografía. Y quizás si colocáramos una coma entre el título del primero y el del segundo cortometraje, obtendríamos un guiño sino irónico, triste: la preocupación (y ocupación) de Bemberg que, sin embargo, no se dedicó a dar mensajes moralistas ni tampoco a reclamar derechos. Su obra artística está ligada a una “filosofía de la mujer” tal como afirma Clara Fontana en “María Luisa Bemberg”[1], una filosofía que funciona como un espejo que no refleja meramente a las mujeres sino que les otorga nuevas perspectivas para la reflexión. La propia directora afirmaba que su madre era una víctima que se ocupaba de formar futuras víctimas y que ella no quería parecérsele, que quería vengarla y de alguna manera hacer que otras posibles víctimas rompieran con la opresión del medio. Con el tiempo su “venganza” se entrelazó con el Arte. 
Bemberg ya insinuaba esta venganza, quizás sin saberlo, en dos películas en las que fue la encargada de los argumentos, “Crónica de una señora” (1970, de Raúl de la Torre) y “Triángulo de cuatro” (1974, de Fernando Ayala), en estos films comienza a transitar un camino de coherencia y honestidad. En el de Ayala una de las protagonistas dirá “sólo sé cocinar y hacer el amor” y es ésta la opresiva oscilación femenina para Bemberg, aquellas únicas dos acciones para las que la mujer sirve. Ésta (o su imagen) desde tiempos lejanos fluctúa en la dicotomía donna angelicata- femme fatale. Cocinar (ser esposa, sumisa, fiel, obediente, cuidadosa) o hacer el amor (ser amante, pasional, seductora). Sin embargo, María Luisa Bemberg no da una respuesta concreta porque tanto la cocinera como la amante siguen siendo mujeres que, al fin y al cabo, ceden.

Su respuesta abierta es su propia filmografía que contiene (de “contener” -abarcar, comprender pero también sofrenar, moderar-) mujeres que son esenciales para que el reflejo-despertar suceda: la mujer madura, reflexiva pero adúltera (Momentos, 1980); la señora fresca, bella pero traicionada (Señora de nadie, 1982); la jovencita apasionada y libre pero asesinada (Camila, 1984); la misteriosa y atractiva pero sola (Miss Mary, 1986); la intensa, audaz y sensible pero encerrada (Yo, la peor de todas, 1990) y la dulce e inteligente, pero marginada (De eso no se habla, 1993). Por estos “pero” su respuesta es abierta, una respuesta sin conclusión. Y es que como con toda pregunta, la respuesta es armada y desarmada por cada individuo.
Quizás, la que Bemberg quiso dar (respuesta-consejo, respuesta-opción) esté casi oculta en el cortometraje “Juguetes” en el que un entrevistador le pregunta a una niñita: “Bárbara, ¿qué vas a ser cuando seas grande?” y ésta, como incuestionable respuesta, abre su campera y con una sonrisa muestra su remera en la que puede leerse “BARBARA”, es decir, un nombre propio (y el corto está dedicado: “A Bárbara con esperanza”).

En tiempos de manifestaciones públicas de repudio a la violencia de género, volverse hacia lo sutil del cine de Bemberg refresca las preguntas y aviva las respuestas. Esperanza.

Filmografía:
Colaboraciones en el argumento: Crónica de una señora (1970) dirigida por Raúl de la Torre y Triángulo de cuatro (1974) dirigida por Fernando Ayala.
Como directora: El mundo de la mujer (cortometraje, 1972), Juguetes (cortometraje, 1978) y los largometrajes Momentos (1980), Señora de nadie (1982), Camila (1984), Miss Mary (1986), Yo, la peor de todas (1990) y De eso no se habla (1993).

Manuela Rímoli



[1] Fontana, Clara (1993) “Los directores del cine argentino: María Luisa Bemberg” Bs As, Argentina, Ed. Centro Editor de América Latina (con el auspicio del Instituto Nacional de Cinematografía)

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