Así como Dante se interna en la búsqueda de su sagrada
Beatriz, Beatriz Guido nos enfrenta a algo igualmente sagrado: la curiosidad humana. Una curiosidad que
pareciera superar a esa sensación tan conocida por todos, que creemos sagrada, y no es más que un obstáculo humano: el miedo.
Gran parte de los personajes de sus cuentos o
novelas -como Ana en La casa del ángel-
se ven impulsados por una curiosidad más grande que el miedo y es ese mismo
impulso el que nos hace a nosotros, los lectores, mantener los ojos bien abiertos,
abiertos hasta el ardor hasta el final del relato. Con el corazón en la boca
algunas veces, con una leve molestia en el pecho otras, atravesamos las
palabras de Guido con la misma curiosidad que los personajes atraviesan ése momento de sus vidas.
La rica elección de palabras castellanas y el
ritmo ágil de la autora hacen de toda esta experiencia algo fugaz pero no por
fugaz menos intensa. Es en la fugacidad donde la vida muestra sus más
cautivantes y profundas luces.
Manuela Rímoli.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.